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Gemidos en la vida
(Capítulos anteriores más abajo)
Una vez los dos habían terminado de vestirse, decidieron volver al mundo de la calle y ser guiados por el viento a algún lugar recóndito de la isla. La noche escondía droga, música en alto volumen y, sobre todo, mucho sexo y peleas.
Joaquín recordaba, como si hubiese ocurrido días antes, la primera vez que salió por la noche con sus amigos a una discoteca de la capital Gran Canaria. No sabía cómo ir vestido, qué hacer ni cómo actuar. Acabó bebiéndose seis vasos de ron con “coca-cola” y se dejó llevar por la borrachera. Por si esto era poco, entabló más que conversaciones con casi todas las chicas del local y terminó la noche en Urgencias debido a la fulminante paliza que le habían propiciado con el labio roto, los pómulos amoratonados e hinchados y un hombro dislocado.
La noche ya no le daba miedo a Joaquín. Formaba parte de su rutina y lo que, anteriormente, había sido síntoma de desenfreno ahora se había convertido en el efecto de amor y pasión por la vida.
-Te veo triste. ¿Prefieres volver?
-¿Volver a dónde? ¿A las baldosas que me provocan dolor de espalda noche tras noche, volver al lugar donde casi todos los sábados los jóvenes estúpidos que no controlan el alcohol me provocan hemorragias internas y hacen que personas como tú se compadezcan cada domingo por la mañana? No…
-…volver a mi casa, Joaquín.- susurró ante el nerviosismo del hombre incrédulo. Esta vez no le empujó ni le cogió de la mano como si de un niño pequeño se tratase. Se la cogió con dulzura y amor.
A medianoche las agujas del reloj abrían paso a la pasión. Ya no se veían como simples amigos ni la casa era oscura. Habían compartido juntos muchos momentos angustiosos y ahora era el momento del regalo y disfrutar de los gemidos que da la vida y, a veces, nos negamos a escuchar.
Lo negro se volvió rojo, las heridas en caspa, las mantas en sábanas y las paredes de papel en megáfonos. El dos pasó a ser uno y el desenfreno volvía a jugar el papel protagonista.
El sentimiento de culpabilidad no existía en ambos ya que volaban libres y las alas se convirtieron en las manos que rozaban la piel del otro.
El baño, la cocina y la cama fueron sus íntimos compañeros. El cuerpo manchado de Joaquín ensuciaba la dulce piel color leche de la muchacha. La ternura y la ciega obsesión de hacerse el uno del otro eran frutos de la brutalidad que mostraban por momentos. La lucidez de los dos se mostraba tanto arriba como abajo dependiendo del éxtasis del hecho. No comprendían nada de lo que pasaba ya que se comportaban como dos jóvenes excitados en busca de carne que los miembros de la manada no le habían proporcionado con anterioridad. Ya Joaquín no era el mismo, más se mostraba diferente a cuando mantenía relaciones con su mujer. ¿Habría encontrado el amor verdadero en Lucía?, ¿sería simple atracción lo que le proporcionaba María? No lo sabía ni mostraba el más mínimo interés por descubrirlo. Estaba disfrutando. No quería terminar…
Habían descifrado los secretos físicos y morales más ocultos de los dos en apenas unas horas. No hicieron falta las palabras cuando ya sabían de lo que cojeaba el otro.
A parte de la entrega, hubo momentos que le recordaban a la juventud de los dos. Se había abierto ya la madrugada cuando pusieron la música a todo volumen sin apenas pararse a pensar en los vecinos, fumaron hasta que el humo de los cigarrillos le proporcionó el último orgasmo que faltaba en el ambiente y rieron a carcajadas como si de felices se tratara.
-Por cierto, ¿esas manchas a que se deben?- curioseó algo fumada la mujer.
-¿Prefieres que te diga que es una dermatitis o la lepra?- rieron minutos los dos.- La verdad es que ni yo mismo lo sé.
A ser verdad, la pesadilla en la que el hombre se encontraba en un hospital y se negaba a saber qué enfermedad le había sido diagnosticada, no era una simple pesadilla. Cada día acarreaba con la curiosidad de saber por qué esa mañana no había querido saber qué tenía o qué le pasaba. Pero, era tarde y el tiempo apremiaba.
Los dos se quedaron dormidos en el mismo sillón donde reían muertos del cansancio. El recuerdo de aquella loca y salvaje noche no desaparecería nunca de sus vidas. Quién sabe. A lo mejor sería lo último que recordaran…
El sábado murió para dar paso al domingo…
martes, 30 de junio de 2009
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2 comentarios:
los quiero vivos a los dos o me cabreo...jajajaj
:o Que fuerte por dios!!.disfrutaron como perros los jodios,perreo va perreo viene,toma toma Lucía!!.....xDDD.....Esto es muy fuerte!! y hora le toca morir a Joaquin y a Lucia llorar su ausencia porque eso es lo que esta a la orden del dia!!!!..jajajja....por los menos fincharon descontroladamente!!....dioooooos quiero leer ya el 10!!
Joaquin en paz descance!!(que cruel yo xDD)
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